Primera entrega de la serie “Relatos del más allá que suceden en el más acá: historias de brujos, adivinos y pitonisas”.
Por: Alex Velásquez
Voy conduciendo y de pronto unos letreros desordenados y feos llaman mi atención. En uno de ellos se lee «Quito y pongo maleficios» En otro dice «Libérese de todo tipo de brujerías» y en un tercero preguntan si se “sufre de amor, escasez de dinero y mala suerte”. La imagen de la dueña del negocio aparece en el aviso con su nombre: “India Catalina”.
-Lo mío es la escasez de billete, pienso, riéndome solo, como pendejo.
Sigo observando y sigo leyendo; mientras hago la foto, me asaltan las preguntas de simple curioso: ¿La misma India que cobra por ponerle los maleficios a unos será la misma que luego cobra por quitárselos a otros? ¿Y si la visita una persona a la que ella le puso el maleficio, ¿ahí qué pasa? ¿Se lo quita y le devuelve la plata a la persona que pagó por ponerlo?
Tampoco entiendo cómo esta Catalina tiene la solución para los males de dinero pero no ha tenido con qué arreglar esa fachada tan horrible No me quiero imaginar cómo será de puertas para adentro. Observo la imagen del buda gigante y obeso de la entrada, y por un instante siento temor: ¿qué tal una noche de estas venga un espiritu y me jale de las patas, por meterme en estas arenas movedizas del esoterismo y la brujeria?
Al llegar a mi apartamento, me pudo la curiosidad: marqué al número del aviso principal. Quería escuchar a la India Catalina. Me la imaginaba, con voz sensual y muy mulata, como la original, como se ve en la estatua que de ella hay en Cartagena.
-Pero ¡qué pendejo soy…! Aquella India Catalina murió en 1.538.
Me contestó un tal Jairo y me dijo que las profesoras estaban ocupadas, que fuera cuando yo quisiera, que para todas mis preocupaciones había remedio y que la consulta valía 20 mil pesitos.
Supuse que no me atendieron telefónicamente porque andaban conjurando salamientos y curando enfermedades desconocidas, como prometen. ¡Y pensar que ni la ciencia ha podido llegar tan lejos! Con suerte, el humilde negocio, ubicado en Ciudad Bolìvar, aquí en Bogotá, ya tiene la cura del Covid-19.
Me intriga saber por qué este local tiene el nombre de una mujer que nada tuvo que ver con esoterismo, riegos y velas, aguas benditas para atraer al ser amado y sacar corriendo al indeseado. “Con un amarre, el regreso está garantizado en nueve horas”, aseguran.
De la India Catalina verdadera se dice que era hija de caciques, que muriò a los 43 años, que fue un personaje clave para el inicio del mestizaje en los territorios de Cartagena de indias, que hablaba castellano y dialectos indígenas, que fue raptada en 1509 por Diego Nicuesa, conquistador español, y las malas lenguas afirman que era la concubina de Pedro de Heredia, fundador de la Ciudad Heroica. Total: nada que ver con brujerías, aunque sospecho, eso sí, que debió hechizar a Heredia con sus encantos, hermosura y escultural cuerpo.
¿Por qué quise escribir acerca de estas vainas? Crecí en un entorno donde en alguna época se frecuentaban brujos por diversas razones, pues en mi familia hubo personas que creían en supercherías. ¿Que tiren la primera piedra aquellos que no se han hecho leer las cartas o al menos el chocolate, el cigarrillo o la mano de cualquier gitana?
Recuerdo el caso de una tia que murió esquelética, escupiendo sapos, según la leyenda familiar. Yo tenía 8 años, y escuché decir que la amante de su esposo le hizo un maleficio por medio de un brebaje para alejarla de él. Vivian en La Sierra, un pueblito de Cundinamarca, a 83 kilómetros de Bogotá. No logró salvarla ni el poder del hermano José Gregorio Hernández, llamado “el médico de los pobres” y beatificado por el Vaticano en junio de 2020. Aquella tía visitaba a un señor que atendia en una casa al sur de Bogotá y decia poseer los poderes de aquel médico venezolano para curar. Era el año 79, la imagen del santo se veneraba entonces en mi casa y todo lo que sé es que la tía invirtió infructuosamente todos sus ahorros para evitar la partida hacia el más allá
La Real Academia Española define así la palabra maleficio: 1. Daño causado por arte de hechicería.
2. Hechizo empleado para causarlo, según vanamente se cree.
Yo también fui seducido por brujos, adivinos y pitonisas. Esta historia continuará…
Segunda entrega: “Ligo amores imposibles sin causar daño” (Próxima semana)