Textos y fotos: ALEXANDER VELÁSQUEZ
Lucy Nieto de Samper nació en una época en que las mujeres estaban destinadas a criar hijos y atender a sus maridos, pero ella enviudó joven y su destino cambió. En casi un siglo de vida esta bogotana ha visto al mundo y a Colombia transformarse. Tenía nueve años cuando ocurrió la Guerra de Colombia con Perú (1932); 16 cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial (1939) y 22 cuando terminó (1945); 25 cuando asesinaron a Jorge Eliécer Gaitán y ocurrió El Bogotazo (1948), 30 cuando comenzó la dictadura del General Gustavo Rojas Pinilla (1953); que al año siguiente trajo la televisión a Colombia (1954); 34 cuando las mujeres pudieron ejercer por primera vez el derecho al voto (1957); 46 cuando el Hombre llegó a la Luna (1969); 59 cuando le dieron Premio Nobel de Literatura a Gabo (1982); 63 cuando ocurrió la toma al Palacio de Justicia (1985); 64 cuando apareció el Sida (1986); 78 cuando derribaron las Torres Gemelas (2001), 93 cuando Colombia firmó la paz con las Farc (2016) y 96 cuando apareció la pandemia de Coronavirus (2019). En sus 97 años de vida, (los cumplió el 21 de agosto), Colombia ha tenido 31 presidentes y una dictadura.
Desde principios de 2020, vive en un hogar para personas de la tercera edad, al norte de Bogotá. “Prefería estar en mi casa, independiente, pero en este lugar tengo la tranquilidad de estar atendida por enfermeras todo el tiempo. Menos mal la pandemia me cogió aquí”.
En este sitio pasa el confinamiento leyendo y viendo televisión, especialmente Netflix, en compañía de su hermana Clara, de 95 años. Está leyendo El Sari Rojo, la novela de Javier Moro, y la biografía sobre la escritora francesa Simone de Beauvoir. “Uno a esta edad ya no es que tenga mucha actividad que hacer y estar encerrado es terrible”. Tampoco pierde la costumbre de leer la prensa colombiana, El Tiempo, El Espectador y Semana, en impreso porque detesta leer las noticias en computador.
El periodismo corre por sus venas
Hija del periodista Luis Eduardo Nieto Caballero, quien fue co-director de El Espectador, ella comenzó en este oficio en 1952. “Yo estaba recién casada, feliz con mi marido, tenía dos hijos en ese momento. Me llamó Jaime Restrepo, su familia acababa de comprar Cromos y me invitó a escribir en la revista sobre la vida social de la época, que era sobre lo que escribíamos entonces las mujeres. Se perdía mucho tiempo haciendo la lista de invitados que asistían a los matrimonios y también las listas de regalos, era muy aburrido pero se hacía”.
Sin más ayuda que su máquina de escribir Olivetti, debió sacar adelante a sus cinco hijos sola, tras la muerte en 1961 de su esposo, Alejandro Samper Gómez. Ella tenía entonces 38 años y el menor de los niños apenas un año.
No se casó otra vez porque, como dice, “qué tipo se aguanta cinco hijos y que hijos se aguantan otro tipo. Yo tenía la cosa absolutamente clara. Pero tuve mis romances, por supuesto”.
Todos fueron a la universidad, incluida María Elvira, la única que siguió sus pasos y los del abuelo en el periodismo. “Ella está mucho más preparada que yo, porque no fui a la Universidad y ella sí, estudió Filosofía y Letras”.
María Elvira recuerda que la de ellos fue una vida austera –“mi papá no era un hombre de fortuna, mi mamá tampoco heredó nada”-, tanto así que en dos ocasiones la acompañó a empeñar el juego de té para llegar a fin de mes.
En casi 70 años de carrera, Lucy Nieto de Samper ha hecho de todo: en prensa escrita (El Tiempo y las revistas Cromos, Credencial y Vanidades, de la que fue corresponsal en Miami); en radio (”Contrapunto Femenino”, un programa en Caracol); y en televisión (“Algo para recordar”, un programa de variedades que hacia con su mamá y con Inés Gutiérrez, experta en alta costura, y “En blanco y negro”, programa semanal de entrevistas).
Ingresó a El Tiempo en 1963, siendo una de las pioneras del llamado periodismo femenino. Se convirtió en columnista literalmente por accidente: una vez le tocó ir a las oficinas de Tránsito porque un bus estrelló su volkswagen y se encontró con tal desorden administrativo que le pidió permiso al director, Enrique Santos Castillo, para opinar sobre el tema. La columna se publicó en las páginas sociales, con tan buenos comentarios que se volvió permanente y pasó después a las páginas editoriales, como ocurre hasta hoy. La columna “Cosas que pasan” sólo dejó de aparecer durante los años en que fue Secretaria de Prensa de los presidentes Alfonso López Michelsen y Virgilio Barco, quienes la nombraron además cónsul en Milán.
Desde la prensa defendió los derechos de las mujeres y abogó por distintas causas como la de morir dignamente. En los años 60, cuando se fundó Profamilia, respaldó el uso de los métodos anticonceptivos, “lo que hizo que monseñor Solano la insultara desde el púlpito, señalándole con el dedo de hereje, por lo que no volvimos a misa en la iglesia de El Chicó”, recuerda María Elvira.
En otra ocasión quisieron demandarla por denunciar a unos tipos que usaban los garajes de sus casas para ofrecer muchachas del servicio a las señoras de la época. “A ella les cobraban por sentarlas ahí y a las señoras por contratarlas. Lucas Caballero, Klim, que era mi primo, se burlaba diciendo que yo iba a dejar sin servicio doméstico a los bogotanos”. (Risas).
“A veces parece más importante la periodista que el entrevistado”
La nonagenaria reportera, amante de la música clásica, la samba, los boleros, crítica a esos periodistas que se las dan de jueces y dice que “hace falta más periodismo investigativo”. En su lista de mejores periodistas da cuatro nombres: Enrique Santos Calderon, Germán Castro Caycedo, Elvira Mendoza y María Jimena Duzán.
“En mi época no había divas. No había estrellas, éramos mucho más modestas. Uno como persona no figuraba. Me parece que a veces hay demasiada ostentación, demasiado protagonismo, parece más importante la periodista que el entrevistado”.
Evoca con nitidez la vez que conoció Casa Verde, el campamento de las Farc, durante el gobierno de Belisario Betancur. “Recuerdo que Tirofijo era odiosisimo, ni siquiera se acercaba; en cambio Jacobo Arenas era querídismo”.
De aquellos días, surgió una fugaz amistad con Jacobo Arenas quien a las semanas le mandó una carta, que ella aún conserva, donde, hablándole de tú, le decía que estaba equivocada, que Manuel Marulanda Velez no era odioso como ella decía. “Fui varias veces a ese campamento y una vez nos quedamos a dormir en cama franca, sobre tablones. Recuerdo que Emilita Urrea se levantaba temprano a preparar el café y las arepas con los guerrilleros”. (Risas)
La Bogotá de ayer y de hoy
Doña Lucy es miembro de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá.
De su papá, el periodista y politico liberal Luis Eduardo Nieto Caballero, co-director de El Espectador entre 1919 y 1921, recuerda que fue masón y creyente y se quebró tras los eventos de la Gran Depresión. Se emociona al recordar lo feliz que fue jugando con su hermana Clara en los jardines de la casa quinta que tenían en la Avenida Chile, lo que entonces eran las afueras de la ciudad.
“Teníamos dos casas, pero perdimos una por la crisis del 29. Yo aprendi a leer y escribir en aquella quinta, con una profesora llamada Rosaliana Gutiérrez. Empecé a ir al colegio como a los 9 años”.
Cuando doña Lucy nació ya existían los tranvías y los vio desaparecer en 1951; el tiquete costaba cinco centavos.
“Nosotros vivíamos en la calle 13, cogíamos el tranvía en la Carrera séptima y nos dejaba en la Avenida Chile con carrera 12 y de ahí seguíamos a pie tres cuadras hasta el Gimnasio Femenino. Los expresos salían de la Plaza de Bolívar a las 7:00 de la mañana”.
“La ciudad -agrega- era otra -. A las fiestas uno iba con la mamá, todo era más zanahorio. El contacto con los muchachos era menos fácil que hoy. Éramos tímidos, o al menos yo, como apendejaditos, comparados con las niñas de hoy que son más avionas que los señores”. Añora la Bogotá de sus 15 años cuando era una aldea de 325 mil habitantes y no la de ahora “en la que uno se siente como perdido”.
Dice que el asunto del metro de Bogotá ya no le interesa para nada. “Eso no me va a tocar a mí, cuando eso suceda yo ya estaré muerta, remuerta… pero hace miles años debimos tener subterráneo”.
“Es un horror lo que está pasando en la ciudad, nosotros tuvimos el 9 de abril pero me parece que la gente antes estaba menos enervada que ahora”, comenta sobre los recientes sucesos de la capital.
Afirma que los mejores presidentes de Colombia han sido liberales: Carlos Lleras, Alberto Lleras y Alfonso López. Que el mejor alcalde ha sido Peñalosa, que le gustaría ver a Carlos Fernando Galán en el Palacio Liévano y a Germán Vargas Lleras en la Casa de Nariño. Le gusta la alcaldesa Claudia López, aunque no votó por ella, pero le molesta “cuando se pone demasiado peleadora”. Piensa que difícilmente una mujer llegará a Gobernar en este país, “a pesar de que ha habido magníficas candidatas como Cecilia López, inteligentísima y preparadisima”.
Del presidente Duque opina que “es muy buena persona pero no estaba preparado para manejar este país. No tiene personalidad, está demasiado dominado por Uribe”.
“A mi me parece terrible lo que ha hecho este gobierno, no pudieron hacer trizas los acuerdos, pero le han metido trancones. Si la gente hubiera funcionado en el plebiscito, este país no estaría como está. Uribe se volvió el enemigo número uno de Juan Manuel Santos. Las cosas están peor es por culpa de Uribe”.
“Quiero morir dormida”
Estoy un paso más cerca de las estrellas. Sé que vine a morir en este lugar”: Lucy Nieto de Samper.
A pesar de su envidiable lucidez y salud, confiesa que está cansada de vivir, -“ya no siento placer por la comida”-, y la abruma el recuerdo de los dos hijos fallecidos: Lina murió cáncer en 1990 y Alejandro de un ataque al corazón en plena pandemia. Le sobreviven: María Elvira, Nora y Ernesto. Entre todos, le dieron seis nietos y tres bisnietos.
“Yo tengo antecedentes de longevidad, tanto mi abuela como mamá murieron a los 96 años, me gustaría estar ya descansando, en paz. ¿Qué hace uno más aquí? No hay nada más que hacer”.
Y añade: “He sido una mujer muy sana, no he estado en la clínica sino para tener hijos, solamente he sido operada de la cadera pero ya vieja”.
Le pregunto con mucho respeto qué piensa sobre la muerte y cómo quiere que la recuerden. Y me sorprende por la tranquilidad de su respuesta.
“Sé que vine a morir en este lugar. Sé que estoy un paso más cerca de las estrellas como dicen de Bogotá (risas). No sé qué hay del otro lado, pero aguardo la esperanza de encontrarme con mis papás, mi esposo y mis hijos. Quisiera morir como murió mi hijo: dormida”
Y cuando ese momento inevitable suceda, Lucy Nieto de Samper desea que la recuerden como una mujer que “escribió la verdad, que no inventó, que fue honesta y franca”.
Muchas gracias por este interesante artículo.