Los políticos son como la Chimoltrufia

Los políticos son como la Chimoltrufia

Los procesos electorales, como el que tendremos en el 2022, son nuestra única oportunidad para desquitarnos de los malos políticos. 

Por: ALEXANDER VELASQUEZ

 

Al asesinato de una persona importante en política por su cargo o poder se le llama magnicidio. La historia universal, y así la colombiana, está llena de crímenes de ese tipo, muchos sin resolver hasta el sol de hoy. Pasó con Jorge Eliécer Gaitán, Jaime Pardo Leal, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo Ossa y Álvaro Gómez Hurtado, por citar algunos.

En la obra “Historia de Colombia y sus oligarquías”, el genial Antonio Caballero se refiere a uno de esos  magnicidios: el de Rafael Uribe Uribe: “Lo asesinaron a hachazos en octubre de 1914 dos artesanos sin trabajo en las gradas del Capitolio Nacional. Nunca se supo por qué lo habían matado, ni quién lo había mandado matar: si el régimen conservador por liberal, si los liberales clásicos por socializante o si los dos autores materiales del crimen que siempre aseguraron haberlo hecho por su propia cuenta, por estar borrachos y por considerar a Uribe responsable del desempleo entre los artesanos de Bogotá”.

A la política y a los poderosos los rodea una especie de halo  oscuro que ha fascinado incluso a grandes escritores. Gabo lo dijo:

«Como escritor me interesa el poder, porque resume toda la grandeza y miseria del ser humano».

Del libro “Las 48 leyes del poder” extracto las dos que a mi juicio componen el ADN de ciertos políticos: Ley 20 (“No se comprometa con nadie”) y Ley 32 (“Juegue con las fantasías de la gente”). Una vez escuché en un confidencial de la radio que ese era el libro de cabecera de Álvaro Uribe Vélez.

Nicolás Maquiavelo, el filósofo y escritor italiano, ya nos había prevenido 500 años atrás, en su obra El Príncipe:

“La política no tiene relación con la moral”.

Aunque es innecesaria cualquier explicación adicional, me sé un chiste que ilustra muy bien ese arte de la marrullería.

Un político llega a un pueblo en el campo y la gente se acerca y le dice:

-Señor, tenemos dos grandes problemas aquí.

-¿Cuál es el primero?, pregunta el político.

-No tenemos doctor ni ambulancia.

El político saca su teléfono celular, camina hablando, luego  regresa y dice.

-¡Listo! Un médico y una ambulancia llegan mañana. ¿Cuál es el segundo problema?

-¡Que no hay red celular acá!

¿Qué es ser político? Me cayó en gracia la definición del escritor colombiano Fernando Vallejo en la página 84 de su novela “El desbarrancadero”:

“A tus inferiores humillalos, a tus superiores cepillalos, y cuando tus superiores caigan, dales con el cepillo en la cabeza que la lealtad es vicio de traidores. Y sube, sube, sube que mientras más subas tú tu país más baja… y no olvides que hoy día todo lo graban; di que sí pero que no, enturbia el agua que no se pesca en río transparente. Masturba al pueblo, adula a los poderosos, llora con los damnificados y a todos promételes, promételes, promételes, y una vez elegido proclama a los cuatro vientos tu amor a tu país pero si te lo compran véndelo, y si no hipotécalo que las generaciones venideras pagan: el futuro es de los jóvenes”.

Yo tengo una definición más bien simple: Los políticos son como la Chimoltrufia: «Yo como digo una cosa digo otra».  Y algunos políticos pueden ser ingenuos e inofensivos como aquella mujer, solo que se juntan con  pillos, como El Botija y El Chómpiras.

Maquiavelo también se anticipó a María Expropiación Petronila Lascuráin y Torquemada de Botija:

“Yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla”. (Carta a Francesco Guicciardini, mayo de 1521).

Así que la próxima vez, elijamos bien. ¡Por favor!

 

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