“Ligo amores imposibles sin causar daño”

“Ligo amores imposibles sin causar daño”

Por: ALEXANDER VELASQUEZ

Corrían los años 90. A una vecina,  joven, agraciada y ya en sus 30, la suegra paisa la tenía rezada, con una foto  de cabeza en el baño  con el fin de separarla de su hijo. Fue el rumor que corrió en Casaloma, donde viví entre los diez y los veinte años. La muchacha  quedó medio loca, salía en las noches en pijama a buscar cigarrillos (dicen que a veces descalza) y volvió a estar cuerda varios años después cuando  la vieja murió y detrás del sanitario encontraron la foto  de la nuera alumbrada por velas.  Yo no ví, pero me contaron que así fue, y ya saben cómo es la gente.

Antes de volverse cristiana, mi abuela frecuentaba el centro espiritual de Regina 11 y escuchaba sus programas por  la radio. Un día tuve que acompañarla:  recuerdo perfectamente  a aquella mujer, con atuendos blancos que le cubrían hasta los pies y con cientos  de  seguidores, tantos  que logró ser Senadora de la República y tres veces candidata a la Presidencia de la República de Colombia. Hizo campaña polìtica  cargando  una escoba para barrer, según ella,  la inmoralidad de este país. Algo falló porque los hampones de cuello blanco han seguido  tan campantes.

Las veces que la abuela y otros familiares iban donde Regina Betancourt de Liska -como se llama la mentalista  antioqueña nacida en Concordia en 1936- recibían  algún amuleto o  riego especial, como pócima mágica para la prosperidad. Que yo sepa, nadie se hizo rico -tal vez Regina sí- y luego, cuando ya era evangélica,  la abuela no sólo se olvidó de ella, sino que dejó de jugar la lotería y el chance, porque, al igual que la brujería,  “son cosas del diablo que Dios aborrece y castiga”, según nos decía.  En la Divina Comedia, la obra del escritor  italiano Dante Alighieri,  éste describe los reinos de ultratumba y los nueve círculos que componen el infierno. Dice que en el cìrculo octavo están los fraudulentos, entre ellos los adivinos,  los malos consejeros y los falsarios, cuyas  torturas se miden por el  tipo de pecado cometido.

Volviendo a “Mamá Regina”, como la siguen llamando sus seguidores, en su sitio web aparece  la siguiente reseña: “…maestra de Saurología, una entidad que busca el bienestar físico, mental y espiritual de cada una de las personas que indagan el conocimiento de sí mismos.  A la edad de cuatro años hizo contacto con su maestro espiritual, quien le enseñó el significado esotérico, los métodos del ocultismo y el verdadero proceso de la evolución humana”.  Sucesora espiritual, según ella, del Papa Juan XXIII, la  acusaron de ejercer ilegalmente la medicina  y, siendo candidata presidencial,  fue secuestrada en 1994.

Cierto o no, para muchos ella es una bruja moderna, que en lugar de escoba, usa las  redes sociales y Zoom para hablar de sus poderes cósmicos.

No soy quien para juzgar si esta es una industria de charlatanes que se lucran con  la ingenuidad ajena, menos cuando yo también fui seducido por brujos, adivinos y pitonisas. Una vez me hice leer la mano de un indio wayuu que me anticipó  que viviría muchos años, porque así estaba escrito en la larga línea de la vida de mi mano derecha; a cambio le pagué con un almuerzo, porque el hombre llevaba días en Bogotá aguantando hambre, pero aquel arroz con pollo  que le ofrecí a la vuelta del Congreso de la República, le produjo intoxicación y churrias, según se quejó  después. No volví a saber nada de aquel personaje. ¡Y yo no le hice ningún maleficio, aclaro!

A la edad de 12 años, me mandaron a   catequesis. Debía prepararme para la primera comunión y de paso para ser bautizado. En la misa del  domingo el cura hablaba pestes de los borrachos y los fumadores, y un sábado que nos tomó la lección sobre el Catecismo en su despacho, lo ví con el cigarrillo encendido en  la boca y cenicero en el escritorio. Ahì perdí mi fe en los curitas  pero no en Dios.

En mi casa nadie sospechó que empecé a capar catequesis, ya que me iba para una biblioteca pública a leer, pues  vengo de un hogar  donde escaseaban los libros.

Por esa misma razón, nunca fui  bautizado, así que mi alma irá directo al limbo cuando muera, es lo que dicen. Me  pregunto  si  ese lugar es menos peor que el purgatorio.

Aunque después pasó algo: ya de  16 años, un cura llamado Alfonso me bautizó y luego resultó que el tipo era charlatán, estafador y yerbatero. ¡Cómo pudimos  caer  tan bajo!

Hay más. En mis primeros años de reportero, llamé a una línea síquica para saber si debía o no cambiar de empleo; en esa época se pusieron   de moda astrólogos como Walter Mercado, quien promocionaba  sus poderes  por televisión:   lucía  capas de lentejuelas y vistosas joyas; detrás de él vinieron otros pintorescos personajes que leían el futuro en sus  bolas de cristal.

Todo lo que sé es que perdí 25 mil pesos (para 1997, el salario mínimo en Colombia eran 172 mil pesos, calcule)  y lo que me dijeron, con solo dar mi  fecha de nacimiento, más o menos fue lo siguiente:  “En tu trabajo actual tienes un gran porvenir, y en el nuevo se abrirán  infinitas posibilidades”. Lo que infinitamente se abrió fue un hueco en mis finanzas y al final me dio culillo cambiar de empleo. Esa platica se perdió.

A propósito de Walter Mercado, les recomiendo en Netflix el documental “Mucho, mucho amor”, sobre  el vidente puertorriqueño. Cuenta  la historia de cómo levantó su imperio a punta de horóscopos y cartas astrales, (más de 120 millones de personas lo seguían por la tele  y famosos lo consultaban); de cómo su abogado lo estafó y de cómo murió de 87  años, sin pasar del siglo como alguna vez  aseguró que lo haría.

Los brujos no se van a acabar, por una máxima  muy cierta de nuestra filosofía criolla. “En este mundo, para todo hay clientes”. Artículos de la prensa aseguran que tras la pandemia por Coronavirus, miles están acudiendo al esoterismo preocupados por el mañana.

Mientras escribo esto (domingo 20 de septiembre de 2020) en los avisos clasificados del diario El Tiempo, de Bogotá, aparecen los siguientes personajes: Antonia (que interpreta la baraja española); Leandro (que regresa al ser amado en tres días); Héctor (maestro consejero con 55 años sirviendo a la humanidad); otra llamada simplemente Maestra del amor (santera y vidente, a la que no se necesita contarle nada); Maestro Marcos (el de los “casos imposibles” y limpieza del aura) y otro grupo de expertos que desde Soacha rezan fincas y ligan amores imposibles “sin causar daño”. Más abajo de esos clasificados, está la oferta de servicios sexuales, porque, como leí en un meme, cada cual verá dónde se arrodilla.

El otro día, crucé por la calle 39 con Avenida Caracas  (sector de Teusaquillo) y vi con sorpresa que ya no existe el Templo del Indio Amazónico, un sitio emblemático de la Bogotá  y a dónde llegaban las almas atormentadas -también políticos y famosos de la tele-  buscando consuelo. Pero esa  historia  amerita un capítulo especial. Me puse a investigar qué  fue de aquel personaje.

Esta historia continuará…

Próxima entrega: La leyenda del Indio Amazónico que ni era indio ni era amazónico.

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