Doy gracias por tener a mis padres vivos y por las lecciones de vida de sus propias historias. Cumplen años el mismo mes: octubre. ¡Feliz cumpleaños, mamá! ¡Feliz cumpleaños, papá!
Por: ALEXANDER VELÁSQUEZ
Mis padres nunca convivieron: se conocieron, se amaron y nací yo. Dejaron de hablarse cuando yo ni siquiera había nacido. Desde el primer año de vida pasé al cuidado de mis abuelos maternos. Al cumplir los siete conocí a papá, él tenía 32 años. Tiene cinco hijos con su actual familia y mi mamá ocho con la suya. Yo soy el mayor de los catorce. Al cumplir los veinte conocí a otro hermano, el mayor de todos, fruto de un primer amor de papá.
-De joven fue querendón con las mujeres. A lo mejor quería ser marinero, pensaba yo medio en chiste.
Me peinaban con agua de panela porque mi cabello era arisco: herencia de él. Recuerdo que le daba algún dinero a mi abuela para que comprara lo que me hiciera falta; casi siempre me faltaba ropa. Ella me llevaba a Almacenes Ley, me compraba medias, calzoncillos, camisetas y cosas así.
Si sobraba dinero tenía derecho a galguerías. Una vez no sobró nada y yo me robé una Lecherita, esas leches condensadas que venían en un tarrito al que uno le abría un huequito con una puntilla. Menos mal los vigilantes no se dieron cuenta porque habría metido a mi abuelita en tremendo lío. Obvio: en la casa me castigaron cuando se descubrió la prueba del delito.
Soy hijo único de aquella unión fugaz. Al crecer me volví su fotocopia, su viva estampa: ojos zarcos, mismo color de cabello y tono de piel; en general rasgos físicos muy parecidos, incluida esa facilidad para ponerme colorado por todo.
¡Como si hubiera sido negado!, decía la gente en broma.
Papá no me negó pero tampoco llevo su apellido, aunque eso realmente ya no importa. Menos ahora que se puede llevar como primer apellido el de la mamá, que es mi caso. ¿Sabían que la Corte Constitucional declaró inconstitucional la Ley 54 de 1989, que ordenaba que los hijos llevaran primero el apellido del padre? En Colombia, desde el 2020 se puede elegir el orden de los apellidos de los niños recién nacidos.
Era más importante tener un papá 24/7 pero esto no fue posible por lo que ya conté. Crecí sin abrazos y creo que toda criatura necesita crecer con esas demostraciones de afecto por parte de ambos padres. Amo a mis hijos pero tuve que aprender a ser tierno y cariñoso con ellos.
Al principio no fui bienvenido en la casa de mi papá y para verlo acordamos encontrarnos donde mi abuela Inés, la mamá de él.
Mi papá, su esposa y yo
Al volverme adulto, la relación con mi madrastra mejoró y hoy sé que es una buena persona. Además, me pongo en sus zapatos y entiendo que para ninguna mujer debe ser fácil que de la nada aparezca un muchachito diciéndole que es el hijo de su marido.
-Harina de otro costal, que así hablaba coloquialmente la gente.
A mi mamá y a mi papá les doy gracias, los honro por darme la vida. No soy quien para juzgar las razones que tuvieron para no continuar juntos. Hoy sé que ciertas relaciones, por no decir que la mayoría, no son para siempre. Los hijos no debemos juzgar a los papás y podemos, eso sí, aprender de ellos, de sus virtudes para ser mejores personas, y de sus errores para no cometer los mismos. La vida siempre le da a uno oportunidades para cambiar, para enmendar, para ser mejores seres humanos. Nunca es tarde para ser un buen papá o una buena mamá.
Una vez me pregunté qué sería de mí si mis padres hubieran continuado juntos, pero luego comprendí que las relaciones deben terminar si las personas involucradas no son felices. Lo correcto es poner fin a esas historias. El amor no se obliga y nadie debería estar donde no es querido. Aunque es algo simple, nos cuesta trabajo asimilarlo. Lo importante es que cada cual asuma su responsabilidad cuando existen hijos de por medio, dejando en total libertad al otro para que encuentre su lugar en el mundo.
Conozco personas que pasada la tempestad de la separación, logran construir una amistad sincera basada en el respeto, lo que resulta positivo para los hijos. Puedo decir que es mi caso tras quince años de separación.
Antiguamente, a mujeres y a hombres les decían de manera suplicante que no se separaran, que recapacitaran, que pensaran en los hijos porque iban a sufrir y tendrían traumas, pero a nadie le preocupaba la infelicidad de esos papás. Conozco historias de matrimonios que se mantienen por las apariencias con hijos que crecen siendo testigos del desamor y los malos tratos. Eso es algo terrible, no debería ser así. Me parece sano que un matrimonio se desintegre cuando agotaron las fórmulas salvadoras.
Mi papá se llama Manuel Castelblanco, tiene sangre boyacense y cumplirá 75 años el 12 de octubre; mi mamá se llama Miriam Velásquez, tiene sangre llanera y cumplirá 70 años el 20 de octubre. Yo tengo 50 años y me siento genuinamente feliz de saber que ellos gozan de buena salud, salvo uno que otro achaque menor producto de la edad.
Es una bendición tenerlos. Todo lo que quiero es reunirlos un día, reírnos un rato, recuperar los abrazos perdidos y tener una selfie de los tres. Sería lindo, ¿verdad?
Con mamá en la celebración de mis 50 años