Erica y Felipe: La historia de amor de dos atletas paralímpicos

Erica y Felipe: La historia de amor de dos atletas paralímpicos

Erica María Castaño Salazar tenía 23 años cuando una bala en su médula espinal la dejó parapléjica.  Eso fue el 8 de diciembre del 2008 en su natal Medellín. Con la berraquera propia de la gente paisa, ella decidió que la vida debía continuar,  tanto así  que al año siguiente, ahora en  silla de ruedas, se graduó  de abogada  y  luego se especializó  en Derecho  Penal.

Edward Felipe Ortiz  Bermudez, de Palmira, Valle, sufrió  un accidente de tránsito con un tractocamión que le produjo  una lesión de  plexo braquial. Ocurrió  el 25 de marzo del 2015, época en la que se desempeñaba como guarda de seguridad. “Conservó el brazo izquierdo pero no tengo movilidad”, me cuenta este campeón nacional   en lanzamiento de bala,  jabalina y disco.

Erica y Felipe  son atletas paralímpicos y su historia de amor nació en ese entorno deportivo dos años atrás.

Un sábado ella entrenaba  en la Escuela Nacional del Deporte, en Cali,  y del otro lado, en las canchas panamericanas de atletismo, se encontraba Edward. Un profesor los presentó y ellos charlaron brevemente a través de  la reja que separa a la escuela de la pista.  “Yo fui la que  puse conversación porque él es muy callado. Desde ese momento me gustó mucho”, dice Erica, embelesada con aquel hombre de tez de negra, calvo, alto y acuerpado, aunque él ni cuenta se dio.

Dos meses después se volvieron a encontrar, esta vez en Medellín, cuando él participaba en su primer certamen.  “Ella me explicaba  cómo debía lanzar la jabalina. Desde ahí quedé flechado con su belleza y amabilidad”.

Luego de  esa competencia, y con las  mariposas revoloteando en su estómago, Felipe  viajó  a entrenar a Cali, asistían al mismo gimnasio y ese fue el principio de una amistad de siete  meses, que se convirtió en noviazgo el 7 de octubre de 2018, cuando ella respondió a la propuesta con un largo beso. Viven juntos desde abril del año pasado y se casaron el 10 de agosto, primero ante un juez y luego por la iglesia cristiana.

“Nos hemos entendido bien, -relata Erica-, nos amamos mucho, tenemos muy buena comunicación”. Felipe  complementa: “Cuando cometemos errores sabemos pedirnos perdón. El respeto, el diálogo y la tolerancia también son importantes”.

Erica cuenta que ella y su esposo son como polos opuestos. “El es el callado, el tranquilo, el sereno y yo soy la escandalosa, la bullosa, la que se ríe duro”.

Y agrega, entre carcajadas: “Yo mido 1.86 metros  y siempre me caían puros chaparritos. Físicamente él me atrajo demasiado; tanto que yo pensé, uff, conocí al papá de mis hijos”.

Pero ese es un decir, advierte Erica,  porque en los planes de esta pareja  no figura  el de ser padres, aunque Edward ya era papá separado cuando se conocieron.

“Yo nada que ver con muchachitos, eso me aterra. Él y yo, solos,  vivimos super rico”, asegura esta paisa, quien ha sido deportista toda la vida. Perteneció a la Liga de Patinaje de Antioquia pero cuando su familia no tuvo más recursos económicos se dedicó de lleno al gimnasio: una hora de aeróbicos, una hora de spinning y una hora de entrenamiento con máquinas…  hasta cuando, doce años atrás, quedó en  silla de ruedas, tras una discusión con su exnovio que le disparó vilmente. Una página de su vida que prefiere no abrir más.

A la par con las  sesiones de fisioterapia e hidroterapia ingresó a  la Liga Antioqueña de Natación pero se retiró  a los seis meses porque el agua empeoró una afección previa  de los  bronquios,  y durante el año y medio siguiente, se dedicó al parapowerlifting (levantamiento de  pesas), lo que  le permitió desarrollar una fuerza descomunal, que hasta ella misma ignoraba.

Admirados por la potencia y agilidad de los  brazos de Erica, un día de 2014, otros atletas paralímpicos le sugirieron dedicarse al lanzamiento de bala. Ella, por molestar, hizo una prueba de campo y, ante el asombro de todos, alcanzó los  5,30 metros, mientras que chicas que llevaban dos años de entrenamiento  escasamente rozaban  los cuatro metros. Y así, en el  2016  ya estaba en Cali   por primera vez como atleta paralímpica. Allí obtuvo sus primeras medallas -una de plata y dos de bronce- y desde entonces no ha parado de cosechar triunfos como lanzadora de jabalina y disco e impulsadora de bala. Es la primera colombiana en conseguir una medalla de oro en un Campeonato Mundial de Para Atletismo. Ocurrió en Dubai en 2019, donde además logró su mejor marca personal: 23.97 metros en la prueba de lanzamiento de disco F55.

“El que persevera, alcanza”.  Erica y Felipe son la prueba fehaciente de estas sabias palabras.

“Yo siempre digo que la discapacidad no está en mí sino en los ojos de quien me mira.  Porque lo más difícil son las barreras que nos pone la misma sociedad”, afirma ella, que obtuvo un nuevo título profesional  en Gestión y Dirección Deportiva, gracias a una beca del Ministerio del Deporte.

Para Felipe   lo más complicado fue arreglárselas para  hacer con una mano lo que todo mundo hace mejor con las dos. “Al principio fue muy  difícil, pero con el tiempo logré, por ejemplo,  amarrar los zapatos,  ponerme la correa,  abotonar la camisa. clavar una puntilla y hasta lavar la ropa”.

Los dos están convencidos  de  que la clave de la felicidad en un matrimonio  se llama Dios. “Cuando somos el hombre, la mujer y Dios en medio, todo sí o sí tiene que funcionar”, dice Erica, citando a renglón seguido el versículo 4:12 de los Eclesiastés:

-“Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto”.

Pie de foto: Ella: paisa, campeona mundial  y abogada; cumplirá 35 años el 9 de octubre. Él:  valluno, campeón nacional y  pensionado por discapacidad  física;  cumplirá 40 años el 28 de enero.

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