Hable con el asistente del asistente del asistente

Hable con el asistente del asistente del asistente

Con mucho chiste y picardía, una comedia gringa le enseña todo lo que debería saber sobre política. El buen humor y las carcajadas están garantizados.

 

Por. ALEXANDER VELÁSQUEZ

Nos gusta conjugar el verbo mandar. Yo mando, tú mandas, él manda…  ¡ellos no hacen caso!

La vida me ha enseñado que para que las cosas se hagan como uno quiere, las debe hacer uno mismo. Delegar es un recurso  y no siempre sirve. No al menos en Colombia, donde desde chiquita la gente se vuelve  experta  en mandar a que los demás hagan las cosas. Somos un país de mandamases. O de mandones, como quiera el lector. El uno manda al otro, el otro a este, este a aquel y así hasta que las cosas por fin… ¡quedan en veremos!

Eso es, en resumidas cuentas, lo que llaman burocracia. Una epidemia que cunde en las oficinas públicas. Y bueno, creo que también pasa en algunas empresas privadas; aunque la cosa es menos grave en éstas,  puedo dar fe de algunas perlas.

Una compañía para la que trabajé como consultor en temas de prensa y gestión de medios había contratado, antes de mí, a una firma  de relaciones públicas con ocho flamantes ejecutivos. Cuando el cliente   les pedía una idea para realizar una campaña o preparar un comunicado de prensa para informar sobre el lanzamiento de un nuevo producto, por decir algo, debía esperar que la solicitud viajara de boca en boca, de escritorio en escritorio,  antes de que pudiera materializarse. En esas, se le iba a la vida a los ejecutivos y la paciencia al cliente porque cada cual se tiraba la pelota y al final ¿cuáles eran los resultados? ¿Mediocres? ¡Obvio, bobis! Mediocre significa: medio bien, medio mal. Más mal que bien, la verdad.

En muchas oficinas para llegar hasta el personaje que debe resolver una cuestión importante, primero hay que hablar con el asistente del asistente del asistente. El mundo está en manos de los asistontos y las asistontas.

Lo digo sin arrogancia, más bien agradecido de las oportunidades que la vida me ha dado y de haberlas sabido aprovechar para mi crecimiento personal y profesional. Comencé a trabajar cuando tenía 19 años y hoy, con 50 marzos encima, puedo decir que sólo  he estado desempleado dos meses. ¡Dos meses en 31 años de vida laboral! ¡Me siento afortunado!

No es suerte, como muchos dirían.  He tenido la disposición permanente a aprender, a trabajar en equipo cuando toca, a saber recibir órdenes y ejecutarlas, a no esperar a que me repitan dos veces la misma cosa para hacerla, a agachar la cabeza cuando me equivoco y corregir para no volver a caer, a saber enseñar con paciencia y respeto cuando he sido jefe (he sido director de una revista, editor de dos publicaciones de salud y coordinador en varias  oficina de prensa) pero la clave principal son tres palabras: ¡Hágalo usted mismo! Las cosas no se hacen por obra y gracia del espíritu santo. No soy de los que se sientan a esperar que los demás hagan el trabajo sucio (es un decir, no sean malpensados), sin recostarme en otros. Sin esperar padrenuestros con avemarías ajenas. Esto no me lo enseñaron en ninguna universidad. Es la formación que recibí en mi casa.

Para bien o para mal, somos el resultado de lo que nuestros papás –en mi caso mis abuelos- nos hayan metido en la cabeza. Neuronas en vez de algodón es lo que se necesita en la vida, así suene chocante. Perdón.

El éxito pasa por ser meticuloso. Que es como meterle lo que sabemos a la vida… Ganas, para los que no entendieron, je je.

Gracias a la ineptitud de unos es que los demás tenemos trabajo. Asumí las funciones de los  flamantes ejecutivos.  Trabajé externo once años para la compañía que les digo (del 2009 a 2020). Hacíamos  una única reunión al mes para planificar las actividades. Luego, a través de una llamada, de un correo o de un WhatsApp (cuando la app llegó a nuestras vidas), informaba de mis avances. Mi jefe, una mujer a la que aprecio enormemente, me preguntaba cosas cómo: ¿Ya está el boletín escrito?, ¿Hablaste con el reportero sobre tal tema? ¿Cuántos periodistas asistirán a la rueda de prensa?, ¿Revisaste el informe de gestión del último semestre?, ¿Ya está escrita la columna?, y más cosas por el estilo.

Ante una llamada, yo no podía darme el lujo de decir cosas como “ya le pregunto a fulanito cómo va eso”, “en un rato te doy razón de aquello”, “déjame y te averiguo qué ha pasado con esto”, “apenas salgan del comité te tengo una razón”, “falta poco, tenme paciencia, el sistema va lento”, “nada que me responden, te juro…”.  A veces vamos lentos por la vida, pero le achacamos la culpa al sistema.

Las frases de oficina (sea pública o privada) darían para escribir un libro divertido. Algunas son de enmarcar. En serio.

Soy mi propio jefe y el empleado de ese jefe soy yo mismo. Así que si o si me doy órdenes  y me obedezco.  De lo contrario,  estaría  jodido y sin puesto. Simple.

Semejante preámbulo para decirles que estoy viendo por Amazon Prime Video una sensacional comedia norteamericana llamada Parks and Recreation (“Construyendo un parque”). No se imaginan cuánto me rio por episodio. Es la mejor clase para entender cómo funciona la política y los políticos,  los funcionarios públicos y los empleados en general.

Sin spoilers, de esto trata  la serie con siete temporadas: Leslie Knope es una burócrata de nivel medio del Departamento de Parques y Recreación de Pawnee, Indiana. Para intentar embellecer su ciudad –y fomentar el avance de su carrera- se enfrenta a burócratas defensivos, vecinos cascarrabias y fanáticos monotemáticos, cuyas armas son las demandas, el embrollo de los códigos municipales y el proceso democrático que ella adora.

Todo empieza con la creación de un subcomité para la construcción  de un parque  recreativo en un sitio donde  todo lo que hay es un enorme cráter que causa continuos  accidentes humanos.

Pasarán más de 100 episodios y montones de carcajadas antes de que sepamos si se construye o no el bendito parque.

La frase de uno de los personajes da pistas. «Me agrada Tom. Ni hace mucho trabajo por aquí. Muestra cero iniciativa. Ni juega en equipo. Nunca quiere avanzar un poco más. Tom es exactamente lo que busco en un empleado de gobierno».

Mi abuelita diría: se juntaron el hambre con la gana de comer o Dios los cría y ellos se juntan. Pregúntese el lector  si estas frases se aplican en su lugar de trabajo.

La comedia es ideal para después de un día de intenso trabajo. Está llena de frases memorables:

«La prensa es un arma  Y puedes usarla para matar o alimentar personas».

Se las recomiendo. A lo mejor, entre chiste y chanza, todos podremos ser mejores seres humanos, dentro y fuera de la oficina.

 

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