Por: ALEXANDER VELASQUEZ
31 de mayo: Día Mundial Sin Tabaco
Aprendí a fumar cigarrillo cuando ingresé a la facultad de periodismo. Tenía 20 años. Lo hice porque un compañero, santandereano él, me dijo que así se me quitaría el frío tenaz de aquella noche de agosto. El me invitó el primero y a la noche siguiente, antes de entrar a clases, ya me había comprado mi primer medio paquete (10 unidades) de Mustang, que así se llamaba la porquería esa que empecé a meterle a mis pulmones. Fumaba con tal destreza, sin el más mínimo ahogo, ni siquiera una pizca de tos, como si lo hubiera aprendido en vidas anteriores. Fumaba con enorme placer o eso pensaba yo.
Con el tiempo asumí que el cigarrillo calmaba mi ansiedad. Llegué al descaro de fumar escribiendo un artículo para una revista de salud de la cual era editor, para convencer a los lectores de que sí era posible vencer ese hábito insano.
Fumaba más cuando me apuñalaba alguna pena de amor. Fumaba si alguien fumaba en una película. Fumaba acompañado de un tinto. Fumar era lo primero que hacia al despertar y lo siguiente después de almorzar. Fumaba en el apartamento y lo contaminaba todo. Maté lentamente un bonsai primoroso con mis bocanadas de humo. Aquella planta inocente debió padecer terriblemente, como cuentan que padecen las personas con cáncer de pulmón.
La Guía de Práctica Clínica del Instituto Nacional de Cancerología señala que en Colombia “cada año se diagnostican cerca de 5.000 casos nuevos de cáncer de pulmón”, siendo “la tercera causa de muerte en hombres y la cuarta en mujeres”.
Cuando conseguí mi primer empleo, pasé a fumar otras marcas: Montecarlo, Marlboro, Kent y Kool que después pasó a llamarse Lucky Strike. Los mentolados eran mis favoritos. Recuerdo que cuando uno cambiaba de marca, decía como por chiste: “Distinta marca, mismo cáncer”.
“El humo del tabaco contiene miles de sustancias químicas, incluyendo al menos 70 que se sabe causan cáncer”. Lo dice la American Cancer Society, que hace la lista de estos carcinógenos: nicotina, ácido cianhídrico, formaldehído, plomo, arsénico, amoniaco, elementos radiactivos, como el uranio (lea información más adelante), benceno, monóxido de carbono, nitrosaminas e hidrocarburos aromáticos policíclicos.
Tengo mil historias oscuras que contar sobre mi adicción. La más dura: Daniela, la mayor de mis cuatro hijos, un día me hizo un dibujo de cómo quedarían mis pulmones si seguía fumando y hasta recuerdo que me mostró un esqueleto de cómo terminaría todo yo. Esa fue la manera de demostrarme su amor, con apenas 8 años. Y yo, cual ímbecil, no le hice caso: seguí envenenándome. Luego cogí otro vicio: el de ir periódicamente con mi dentista para que borrara las manchas amarillas por el café y el cigarrillo. No es fácil ocultar que se es fumador. Te delatan el olor impregnado en la ropa y el amarillo de los dedos. Y del mal aliento no hablemos.
¿Qué fue lo peor que hice? Levantar colillas en las fiestas cuando no había más o salir una noche, a las 11, desesperado a buscar cualquier sitio de los que abren 24 horas para calmar mis ansias.
A los 40 empecé a hacer ejercicio asustado por una vida llena de excesos: sedentarismo, mala alimentación, bebidas azucaradas y claro, el “bendito” cigarrillo.
–Por fuera tienes tu edad biológica, por dentro pareces un anciano de 70, me dijo el médico al ver los escandalosos resultados de grasa (colesterol) y azúcar (triglicéridos) en sangre. –“Eres un bomba de tiempo”, fue su diagnóstico fulminante.
Con la actividad física empecé a liberar endorfinas y serotonina, sustancias que aumentan el estado de bienestar; a la fecha sigo experimentado ese y otros beneficios.
Reduje el consumo de cigarrillo, más no lo dejé del todo.
Ninguno de mis hijos aprendió a fumar. ¡Dios escuchó mis ruegos!. Tampoco han fumado nunca ninguno de mis padres. Así que no sé de dónde vino a mí esta herencia maldita. ¿Predisposición genética? A lo mejor de mi abuelo materno, Alfredo, que fumó como chimenea hasta entrados los 50 años de edad. El President y el Pielroja eran sus preferidos.
Cuando recién iba a cumplir los 49 años, dejé el cigarrillo. Ocurrió así: una noche de bar fumé todo lo que más pude teniendo conciencia de que a partir del día siguiente no lo haría más. Así ha sido hasta el momento de escribir esta nota. Fue el resultado de una terapia contra la ansiedad. Yo la llamo la terapia del amor propio de quien no quiero morir joven, porque aprendes a quererte de tal forma que huyes de todo aquello que causa daño.
Sigo ejercitándome y ahora con mayor razón porque quiero limpiar mis pulmones. Salgo a trotar y me enerva encontrar en el pasto colillas de cigarrillos. Mas rabia me produce ver personas que contaminan al fumar mientras observan cagar a sus perros. Así se debieron sentir las personas a mi alrededor cuando yo fumaba porque ahora reconozco que es un olor nauseabundo. El olor a muerte que expelen miles de sustancias químicas que envenenan al fumador y al vecino.
La Organización Mundial de la Salud, OMS, advierte que “la epidemia mundial de tabaquismo mata cada año a casi 6 millones de personas, de las cuales más de 600 000 son no fumadores que mueren por respirar humo ajeno”. Y advierte además que “matará a más de 8 millones de personas cada año hacia 2030”.
“El consumo de tabaco es la principal causa prevenible de defunción en el mundo, y actualmente mata a uno de cada 10 adultos en todo el mundo”, dice la OMS.
No quiero ser parte de esa estadística. Pido perdón por ese vicio de los mil demonios, en especial a Daniela por haber ignorado por años su amorosa súplica. Ya no fumo, y que nadie se atreva a tentarme.
Notas de la columna:
OMS: Tabaco: mortífero en todas sus formas
https://www.who.int/tobacco/resources/publications/wntd/2006/translations/Brochure_Spanish.pdf
Guía de Práctica Clínica (GPC) basada en la evidencia para la tamización, diagnóstico, estadificación y tratamiento del cáncer de pulmón – Instituto Nacional de Cancerología.
https://www.cancer.gov.co.//images/pdf/GUIAS-EN-DESARROLLO/PULMON/Alcance%20y%20objetivos.pdf
OMS: Día Mundial Sin Tabaco
https://www.who.int/tobacco/wntd/es/
American Cancer Society