“Cuando yo tenía cinco años, mi madre me decía que la felicidad era la clave de la vida. Cuando fui a la escuela, me preguntaron qué quería ser cuando yo fuera grande. Yo respondí: “Feliz”. Me dijeron que yo no entendía la pregunta y yo les respondí “ustedes no entienden la vida”. John Lennon.
Adriana Pérez y Jairo Sáchica se conocieron cuando ella estudiaba Arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia y él una licenciatura en Música en la Universidad Nacional de las Artes de Venezuela. En 2004 se hicieron novios, seis años después se casaron, y al mismo tiempo esta pareja de bogotanos se preparó con enorme ilusión para ser padres. “Tanto que el nombre Saúl en hebreo significa ´el más deseado´o ´aquel que ha sido pedido al Señor´«, recuerda ella.
Antes de nacer Saúl, los médicos detectaron en una ecografía que no estaba creciendo. Adriana tenía cinco meses de embarazo. Aquel dìa ella no paró de llorar, Jairo recibió la noticia en Caracas. El médico no tuvo problema en empeorar las cosas con un comentario cruel e insensible. “Recuerdo que me dijo: “ese bebé no nace, en unos días aborta, el cuerpo es sabio. No llore… después se vuelve a embarazar”.
Contra todo pronóstico, el niño llegó al mundo en mayo de 2010 con una enfermedad de las que llaman huérfanas. Un caso entre un millón. “Hasta ahora ni nosotros ni los genetistas hemos sabido de otro caso de trisomía parcial del cromosoma 14, como se le conoce clínicamente a esta condición.”, me cuenta la madre.
En palabras sencillas, Saúl presenta una discapacidad cognitiva moderada.
“Es otra forma de aprender, procesar, responder y hacer las cosas que «normalmente» conforman la vida cotidiana”, explica Adriana. Ella y Jairo cambiaron sus extenuantes jornadas laborales para volcar su tiempo en Saúl, y ayudarlo a construir buenos recuerdos. “Los niños -comenta Adriana- no necesitan tantas cosas materiales; necesitan amor, compañía, jugar con sus papás, saber que cuentan con uno, eso es lo que van a recordar. Hemos tenido la suerte de poder hacerlo”.
Saúl nació de 8 meses. pesó 1290 gramos, la mitad del promedio de cualquier bebé y estuvo 49 días en incubadora y en cuidados intensivos.
“Fuimos padres canguro, una experiencia única, porque se generan unos lazos muy fuertes con el bebé que son para toda la vida”, relata ella, con el ojo aguado, recordando cada momento extraordinario que su hijo ha traído a este hogar, como el dìa que caminó, a los dos años y medio, cuando se graduó de preescolar (“por primera vez sentimos que había tenido un proceso verdadero de inclusión en el ámbito escolar); el día de su cirugía de estrabismo (“lo primero que hizo fue mirar a mamá fijamente como nunca antes, con sus ojos derechitos) y el día que compuso su primera canción, a los siete años.
Hoy, con 10 años, Saúl es todo un artista. Su primer concierto fue en noviembre pasado, frente a estudiantes de bachillerato de su colegio, que en coro le gritaban “»Saúl! Saúl! Saúl!»
“Gracias a él -agrega Jairo- ahora soy compositor, cantante y hasta estoy incursionando en la literatura, él también tiene ya algunos cuentos cortos muy bonitos”.
Cómo nació El Arca de Saúl
Jairo empezó a hacer los arreglos musicales y con algunos amigos montaron varias de las canciones compuestas por Saúl. La nueva agrupación musical debutó, con doble concierto, en el colegio del niño, justo el Día de la Inclusión Educativa, el 14 de noviembre de 2019.
Con tantas experiencias acumuladas, Jairo encontrò el tema para la tesis de Especialización en Educación, Cultura y Política que cursa en la UNAD. La monografía se titula “El Arca de Saúl, inclusión educativa a través del aprendizaje musical en niños y niñas con discapacidad cognitiva moderada”.
Este papá, que ha sido compositor del Coro Filarmónico Infantil (COFI) de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, afirma que esta propuesta metodológica, desde la sensorialidad, nutre el proceso formativo de los estudiantes a través de la música y otras áreas de su interés. Así, Saúl ha desarrollado una serie de habilidades -intuición, percepción y espíritu creador- que han impulsado su talento como compositor.
A la fecha, alrededor de 400 estudiantes han experimentado esta propuesta metodológica y, más de mil personas en general, contando al público.
Todo empezó así: “Durante un par de años estuvimos con Saúl componiendo canciones sobre su tema favorito, los animales. Un día pensamos con mi esposa en que todas las canciones eran sobre animales, era como aquella historia bíblica del Arca de Noé y decidimos que si algún día existiera un grupo musical se llamaría «El Arca de Saúl”.
Durante un buen tiempo, documentaron en fotografías y videos el proceso creativo del niño, que empezó a componer en 2017. Su primera creación se llama «Canción del Pez». “Una mañana apareció Saúl en la cocina y me dijo: «papá, papá, yo he visto un pez…»; yo creí que estaba jugando, o que me iba a mostrar algún juguete… luego me dijo: «Yo he visto un pez, que tiene pies y camina al revés».
En ese preciso momento Jairo reconoció al artista que hay en Saúl, y con el tiempo descubrió también su talento con los instrumentos, especialmente con el piano. “Es autodidacta y le gusta improvisar pequeñas grandes obras con melodías y armonías de estructura coherente. Es decir que sus obras tienen un sentido rítmico, melódico y armónico claramente definidos”.
Otro día pasó algo increíble durante un ensayo de big band al que su papá lo llevó. El pequeño había estado escuchando jazz en la primera parte y observando. Cuando la banda paró, fue al piano de cola, levantó la pesada tapa del teclado y se sentó a imitar lo que había visto, ante el asombro de los demás músicos.
Jairo me cuenta que el desarrollo de habilidades comunicativas y sociales de Saúl es evidente luego de haber comenzado con el ejercicio de componer.
“Él siempre ha sido feliz, pero hay algo en sus canciones que lo estimula y lo llena aún más de felicidad, sin dejar de ser el niño que juega, explora, comparte con sus amiguitos”.
De repente, cualquier día, mientras lee un libro o ve la televisión, a Saúl se le ocurre la rima o la estrofa de su próxima canción.
“Hay que escuchar a los niños, ellos tienen mucho que decir, tienen la capacidad de cambiar el mundo como Saúl lo está haciendo”, concluyen Adriana y Jairo.
El arca de la inclusión
Adriana y Jairo son críticos del sistema de educación colombiano “porque discrimina y trata de imponer los procesos de enseñanza, sin tener en cuenta el ritmo de aprendizaje y la individualidad de cada estudiante”. Pronto se dieron cuenta que la inclusión educativa suena muy bonito en los decretos oficiales pero en la práctica es letra muerta, sin contar “las barreras que la misma sociedad impone por desconocimiento o indiferencia”, como señala ella.
Por esa misma razón, en su tesis de grado, Jairo comenta que “El Arca de Saúl” es un modelo pedagógico que no solamente beneficia a niños con condición de discapacidad, “también favorece la inclusión de estudiantes con otras problemáticas y brinda alternativas para un aprendizaje más dinámico y significativo”.
exelente sigan adelante