Cuentos de la pandemia 2: La ira de Dios en directo por Zoom

Cuentos de la pandemia 2: La ira de Dios en directo por Zoom

Este escritor tuvo acceso en exclusiva a la que podría ser considerada la primera cumbre virtual entre el Cielo y la Tierra en estos convulsos tiempos del Coronavirus.

 Autor: ALEX VELASQUEZ

Un día Dios  amaneció  de malas pulgas y  convocó una asamblea extraordinaria en el cielo. Necesitaba que un representante de cada religión en la Tierra aclarara unas cuantas cositas que lo tenían contrariado  Su asistente personal (perdón, el asistente celestial, que no era San Pedro) mandó correos electrónicos informando los detalles de la cumbre.

-El encuentro se realizará muy temprano, porque recuerden que al que madruga Dios le ayuda, decía el email.

 En representación de todos los mortales, asistirían  las cinco religiones con más creyentes, Cristianismo, Islam, Hinduismo, Budismo y Sintoísmo. Las demás se embejucaron con el Creador por haberlas excluidos.

-¿Acaso estamos pintadas en la pared? ¿Qué clase de democracia hay en el cielo?, vociferó por e-mail el representante de los Testigos de Jehová.

El Señor ignoró la pataleta.

-Dile a Dios que gracias pero con esto del Coronavirus, es mejor que tampoco Él se exponga. Palabras más, palabras menos, así respondieron todos los invitados, algo de no creer, pues casi nunca estaban de acuerdo en nada, salvo en la creencia de que Dios si existe.

El Todopoderoso  no tenía la menor idea del tal Coronavirus. Pensaba que desde las siete plagas de Egipto no había habido más epidemias en la Tierra. Mandó excusarse con su asistente, quien manifestó, algo ruborizado, lo siguiente:

-Dispensen ustedes. La verdad es que Dios  ya no lee noticias, porque se cansó de tantas fake news, que le llegan de allá abajo. Ustedes son muy mamagallistas y Él  a estas alturas no tolera esas vainas.

De todo corazón, Dios los hubiera querido tener de «alma presente» en el Edén  pero  con la novedad de la peste, hubo cambio de planes. Se envió entonces el  enlace de manera oportuna para que la reunión divina se hiciera por Zoom.

Dios, a quien nada lo  sorprendía porque era el Creador de todo,  estaba maravillado desde cuando San Pedro le habló sobre esa plataforma, que resultó muy conveniente para que  Su Santidad se sincerara sobre lo  que ocurre de puertas para adentro en el Vaticano. Es posible que algún  día tales conversaciones se filtren a la prensa.

Esa vez, Dios aprovechó para felicitar al Papa por los casi 38 millones de seguidores que tiene en Instagram.

-Aún así, son menos que los seguidores que tiene Maluma, metió la cucharada San Judas.

La internet del cielo

San Pedro era el único autorizado para charlar por  Zoom. Primero que todo pidió perdón  por si la plataforma fallaba. Él sabía de lo que hablaba. Solicitó  apagar cámaras para que todo fluyera divinamente, así que nadie pudo ver cómo era el cielo, pero como fondo de pantalla quedó la imagen de La última cena de Leonardo Da Vinci, uno de los cuadros favoritos de Dios.

-Eh Ave María, tengan paciencia, pues.  Aquí en el cielo no todo es color de rosa como ustedes viven pregonando tan deportivamente, dijo San Pedro, que por ratos parecía paisa por el hablado.

Nadie supo cómo diablos  los ateos  se enteraron  de aquella reunión virtual  y contrataron a un hacker para sabotearla, pero el tiro les salió por la culata porque unos serafines  se pillaron a tiempo la jugadita y Dios mandó fuego sobre ellos por incrédulos e inescrupulosos.

Qué ingenuos: se habían comido el cuento de que Dios aprieta pero no ahorca.

Por pura precaución, antes de que empezara la videoconferencia, San Pedro ordenó a dos  querubines que pasaban por ahí preparar una infusión de té verde, diente de león y manzanilla para tomarlo tres veces al día durante cinco días, no fuera que el tal Coronavirus se esparciera por el Paraíso, pues ahora que ataba cabos, Pedro cayó en la cuenta de que últimamente aterrizaban  más almas de lo habitual, y en el cielo se había extendido el rumor de que esas yerbas, lo mismo que otra llamada  moringa,  eran benditas contra semejante plaga.

-No la plaga humana, sino la plaga del virus, aclaró Pedro, para no herir susceptibilidades entre los terrenales, tan dados a ofenderse por cualquier pendejada.

Al probar aquel menjurje, Dios preguntó si era para calmar los nervios pero le dijeron que era para reforzar defensas, además de que esa agua bendita  ayudaba a limpiar el organismo. Otra vez recordó que  Él era el creador todo y la bebió con confianza.

Luego San Pedro, fue el grano.

El único punto tenía que ver con asuntos contables. En el Paraíso las cuentas no cuadraban y en la Tierra sí que menos. Había sospecha de doble contabilidad.

Los representantes de Dios en la Tierra, expertos en embustes y  trapisondas  –hasta parecían políticos- se fueron por las ramas y cambiaron la conversación rápidamente; se quejaron por todo: el cambio climático, la crisis económica, las guerras entre países y hasta hablaron cosas inmundas del  reggaetón.

-¡Jesucristo bendito! Satán se apoderó  del alma de los compositores, dijo un pastor evangélico.

 Al principio Dios, que tenía la paciencia del Santo Job, escuchaba sin alterarse, (todavía).  Explicó  que no tenía la culpa de nada. Y fue categórico:

-A mí no me culpen de la insensatez humana. ¡Cojan oficio!

Cualquiera  pensaría que Dios se estaba lavando las manos

San Pedro, que era experto en engaños desde cuando negó tres veces a Jesús, no se dejó engañar esta vez por los embusteros, desbarató la cortina de humo y retomó el hilo de la conversación. Les recordó que hablarían de temas que sí pudieran tener solución inmediata, porque ante todo Dios ha sido pragmático desde el principio de los tiempos, cuando hizo cada cosa día por día y sin afanes, por lo cual en el cielo se ganó la fama de psicorrígido.

-El Altísimo está molesto con el cuentico ese de que “Dios se lo pague”, les dijo San Pedro.

-¿A qué horas me convertí en el paga-diario de ustedes, abusivos?, agregó Dios, visiblemente descompuesto.

-Se comportan como los “gota a gota”, que le exprimen el bolsillo a los incautos, volvió a meter las narices San Judas, aunque él, que vendió a Jesús por 30 monedas de plata, era el menos indicado para juzgar.

Se enfadó tanto  Dios que  desató su verdadera ira;   en el sobresalto el computador portátil por poco cae sobre una nube pero San Gabriel, que tiene los mejores  reflejos entre los arcángeles, evitó que el aparato se volviera m… añicos.

 -Zoom sigue funcionando, dijo el ángel con una risita nerviosa.

Hasta ese momento Dios ignoraba las cosas que se hacían en su nombre, así como había ignorado por los siglos de los siglos cuánto se recogía en   limosnas y diezmos. Peor se puso cuando supo que se usan tarjetas de crédito  y datafonos para que los fieles pasen el dinero, porque hasta donde a  Él le constaba, en el cielo no hay un banco como si lo hay en el Vaticano, por ejemplo.

-¡Ni que se entere que dentro de poco haremos  transacciones en Bitcoins?, dijo Su Santidad, tomando la precaución de apagar el micrófono, claro.

-Ustedes son unos vergajos que se aprovechan de los caídos del zarzo, dijo San Pedro, mientras ordenó valeriana para calmar los nervios, los propios y los de Dios.

Era menester poner las cosas en orden, pues ya estaba bueno de tanta guachafita, y para darles una lección a los mercaderes de la fe, Dios le ordenó a San Pedro:

-Léales ipso facto los castigos que enviaré a la Tierra por tantos excesos.

Sin embargo, en ese preciso instante pasó lo de siempre: cuando Pedro iba a hacer la lectura de las reprimendas celestiales,  salió un aviso en las pantallas de todos  indicando que el tiempo de Zoom se había agotado.

Estaba advertido desde el principio: en el cielo no todo es color de rosa.

FIN

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