Creo en Dios y en la reencarnación… ¡Vaya dilema el mio!

Creo en Dios y en la reencarnación… ¡Vaya dilema el mio!

Me pregunto quién fui en las vidas pasadas y quién seré en las vidas futuras, porque también creo en la reencarnación. Y me gustaría volver a este mundo siendo un mejor ser humano.

Por: ALEXANDER VELÁSQUEZ

Deserté de la religión católica porque nunca me sentí cómodo con los sermones que daban los curas y porque las misas ya se sabe cómo empiezan y cómo terminan. Lo único distinto cada vez es la lectura escogida, los avisos parroquiales y la lista de difuntos de la semana, porque de resto el libreto es el mismo.

Además de aquellas sesiones monótonas, en las cuales hasta el saludo de la paz parece más un acto teatral, también hui porque vi comportamientos del tipo “el cura predica pero no aplica” y más adelante, por relatos de un amigo que iba a ser sacerdote, desconfié más de la doble moral de la curia.

La idea de un cielo para los buenos y un infierno para los malos tampoco me agrada. No creo que Dios, en su infinita bondad, se alegre sabiendo que existan almas friéndose en el averno mientras otras la pasan bueno entre ángeles, arcángeles y querubines. Yo digo que Él debe querer a todos sus hijos por igual y desea que hasta el más pecador tenga su cuarto de hora para redimirse.

Entre los diez y los trece años, fui un cristiano de los que asisten a iglesias evangélicas y me gustó mucho. Me sentí más cómodo, debo decirlo. Iba a Escuela Dominical y en una ocasión, para Semana Santa, hice el papel Jesús en una obra de teatro. Se representaba su entrada triunfal a Jerusalén, -previo a la crucifixión-, por lo cual yo iba trepado sobre dos muchachos  que hacían de burro cubiertos con una manta blanca, mientras los otros niños agitaban sus ramos a mi paso por el escenario. Es de los recuerdos más bonitos de mi infancia.

Al crecer me aparté de los caminos del Señor, como decía mi abuela, pero quise volver a ellos por ahí a los treinta y tantos. Ocurrió así: una amiga me convenció para acompañarla a las reuniones cristianas del G12. Volví a emocionarme con   los cánticos cristianos y las alabanzas, y me acordé que de niño quise ser pianista. El hijo del hermano Pepe –así se llamaba nuestro pastor- tocaba el piano y me dio clases rápidas, pero de ahí no pasé.

Volviendo al cuento del G12, todo iba bien –la prédica del pastor César Castellanos e incluso los grupos de rock cristiano me gustaron- pero salí espantado de aquella reunión cuando, casi al final, empezaron a circular sobres blancos para los que iban a diezmar y también datafonos “para los que no trajeron efectivo”. Aquella escena me hizo ver lo mucho que había avanzado el negocio de la fe y de una recordé el pasaje bíblico en el que Jesús echa del templo a los mercaderes.

La cita está en la versión Reina Valera de 1960: Juan 2:13-16

13 Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén,

14 y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.

15 Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas;

16 y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.

Les juro que relacioné una cosa con la otra: lo del versículo y lo del datáfono.  Me pregunto cómo se realizan ahora estas transacciones, en medio de la actual pandemia, cuando muchas iglesias están cerradas. Si para todo lo demás existe MasterCard, también debe funcionar para el diezmo y las limosnas entonces.

Sigo inmerso en mi propia búsqueda espiritual. He llegado a pensar que el problema de todas las religiones es obligarlo a uno a pensar y actuar a su bendito antojo. Creo que es al revés: que la religión debe adaptarse a mis creencias y convicciones más profundas. Es complejo de entender pero voy a poner un ejemplo. Yo creo poderosamente en la existencia de la reencarnación de la misma manera que creo, desde chiquito, en la existencia de vida extraterrestre. Creo en eso que llaman vidas pasadas y vidas siguientes. Pero ni los católicos ni los evangélicos creen en esto.

Esta es mi primera conclusión: creo en Dios pero no en las religiones. Creo en la teoría de la evolución y pienso que ese fue el plan que Dios trazó para nosotros, así los científicos –tan ateos la mayoría- se empecinen en negarlo.

El hecho de creer que transitamos por varias vidas –con sus recompensas y sufrimientos, de acuerdo con nuestros buenos y malos comportamientos- nos ayuda a ser mejores seres humanos, a ser piadosos con los demás e incluso a tratarnos mejor a nosotros mismos. Esa es, para mí, la verdadera evolución espiritual.  Estoy investigando si existe un punto donde confluyan Dios y la reencarnación –o renacimiento para usar un término más bonito- y cuando halle la respuesta ustedes serán los primeros en conocerla. Y si alguno ya la conoce, ¿qué espera que no me cuenta?

 

 

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