«El verde de los árboles es parte del rojo de mi sangre« Fernando Pessoa, escritor portugués.
A través de amigos, me llegan historias tristes de personas con cuadros de depresión. Es como si el confinamiento hubiera sumido a muchos en la desesperanza, pero aclaremos que otros ya estaban mal antes del Coronavirus. Así que no le culpemos de todo. El intruso vino simplemente para remover el piso de nuestra existencia. El encierro está aflojando tornillos en más de uno, y lo digo con respeto. Eso se manifiesta en cuestiones como el insomnio, la ansiedad, las preocupaciones permanentes. Estrés y angustia completan ese cóctel peligroso que, según dicen los expertos y las fuentes consultadas para este artículo, son factores de riesgo para la enfermedad mental. Y es mejor hacerse el loco, que estarlo.
Yo pienso que buena parte nuestras desdichas aparecen cuando le metemos cucarachas a la cabeza y, claro, el aislamiento lo empeora todo. Pero, tranquilos, no vengo a echar más sal a la herida, ni filósofo que fuera.
Los japoneses son criaturas sabias. Ellos enseñan que hay otras formas de estar y saber estar en este mundo. Estamos a tiempo. El manicomio no es un plan.
No sabía que uno podía conversar plácidamente con los árboles… y vaya uno a saber de qué más cosas se ha perdido por ir tan de prisa por la vida.
Quería ampliar mis conocimientos sobre el tema y compré un libro fascinante con un título largo: “Baños de bosque: siente el poder curativo de la naturaleza, vive el Shinrin Yoku”, de editorial Sirio, escrito por M. Amos Clifford, un estudioso de la filosofía budista y fundador de la Asociación de Guías y Programas de Ecoterapía y Terapia Forestal.
Si quieres un regalo para ti, lee este libro. Y luego corre al bosque más cercano y lleva allí tus cucarachas, es decir tus preocupaciones. El autor propone ciertas fórmulas para lograrlo.
“Los árboles saben escuchar con mucha paciencia. No nos juzgan, podemos contarles lo que sea, sin temor a que vayan a perdernos el respeto o a divulgar con malicia los secretos que les confiamos”, cuenta el autor.
Hablaré de mi propia e incipiente experiencia. He charlado de tú a tú con los árboles, soy amigo de unos cuantos, no me apena decirlo; por ellos he podido escarbar dentro de mí en busca de respuestas. Lo hago cuando salgo a caminar, mientras contemplo el verde a mi paso encuentro soluciones, ocurrencias e incluso la inspiración para escribir, como ahora. Me vuelvo tranquilo.
Y no me olvido de expresarles mi gratitud. Gracias a ellos he cambiado malos hábitos. Los mensajes son personales, deben saberlo.
Les dejo una frase sabia y poderosa y una recomendación:
De Henry David Thoreau, escritor, poeta y filósofo estadounidense.
“Fui a los bosques porque deseaba vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida… para no darme cuenta, en el momento de morir, de que no había vivido”.
Para entender el profundo respeto que sienten los japoneses por los baños de bosque, la naturaleza y en especial por los espíritus que los habitan, vale la pena ver tres películas animadas del director Hayoa Miyazaki: El viaje de Chihiro, Mi vecino Totoro y La princesa Mononoke. Son las maravillosas cintas que recomienda el señor Clifford. Punto final, voy a repetirlas.
(Agradezco a César Augusto Varón que tomó las imágenes para este artículo en los estupendos bosques de Chicago).
Notas de este artículo:
Diario El País: Aire libre para reequilibrar el cerebro tras el confinamiento: https://elpais.com/espana/en-clave-de-bienestar/2020-06-24/aire-libre-para-reequelibrar-el-cerebro-tras-el-confinamiento.html
Aprendemos juntos: Lo que nos enseña la naturaleza. https://www.youtube.com/watch?v=iSEerT8QRb0